Sinestesia
f. Psicol. Imagen o sensación subjetiva, propia de un sentido, determinada por otra sensación que afecta a un sentido diferente.
Yo sabÃa que era como un mueble importante porque se veÃa como un mueble importante. Además cuando lo trajeron papá me habÃa dicho que tenÃamos que cuidarlo mucho y a mà esa idea no me habÃa gustado porque sabÃa que en realidad era una manera de decir: tenés que vigilar más a Valen y la verdad que no querÃa vigilarla. Si yo estaba contento con mis robots y mis autos. ¿Por qué tenÃa que dejarlos y hacerme cargo de ella? Que papá hubiera decidido traer ese mueble era un problema de él. Que se hiciera cargo él entonces de su cuidado. Pero cuando el mueble importante llegó se veÃa que era algo tan especial porque lo tuvieron que subir entre cuatro personas. Como habÃa que estar presente para recibirlo, mamá me habÃa dejado faltar a la escuela y eso me puso contento. Pude ver las caras de todas esas personas haciendo fuerza desde las escaleras, con sogas largas alrededor de sus cuerpos, apretándolos como si fueran serpientes. Papá dijo que el instrumento no era cualquier instrumento, era el mejor de todos, que bien ejecutado podÃa levantar hasta los muertos para hacerlos bailar y esto me dio un poco de gracia. Por eso también querÃa estar presente cuando llegara. Papá también habÃa dicho que era muy pesado, que por eso toda esa gente lo tenÃa que subir delicadamente por las escaleras. Yo lo vi y cuando al final lo apoyaron en el comedor escuché el sonido que hizo, como si adentro alguna especie de animal hubiese agradecido por llegar a casa haciendo un rugido extraño y fuerte. Por un momento pensé que iba a salir un elefante enano de la caja alta y larga que estaba pegada junto a la otra caja, la que tenÃa los dientes blancos y negros. Pero nada sucedió y el mueble quedó ubicado en el comedor hasta que papá volviera del trabajo para finalmente probarlo. Valen y yo lo mirábamos con asombro. Ella aún no sabÃa hablar pero tenÃa estas formas de hacerme saber lo que pensaba, mirándome o tirándome de la manga del suéter. Por eso yo era un poco el encargado de traducirle a mamá lo que querÃa. Supongo que por eso también papá me habÃa puesto a cargo de ella durante la charla de la noche. Me dijo algo sobre mi edad y que era responsable por el nuevo instrumento que ahora también era parte de la casa. ¿Qué?¿El mueble ese? Papá dijo que era un piano y que su sueño siempre habÃa sido aprender a tocarlo, por eso también era importante; porque tenÃa que estar cuidado y perfecto para las clases que iba a empezar a tomar. Esa noche me dormà tarde mientras papá sacaba y ponÃa discos en la máquina para escucharlos una y otra vez. Yo no entendÃa esos sonidos pero a mis orejas les gustaban, y a mis dedos también. Los veÃa moverse como pajaritos queriendo escapar de mis manos. Esa misma semana descubrà a Valen tratando de abrir la tapa de madera pesada. La reté porque a pesar de que no me gustaba ser el hermano malo, papá me habÃa dicho que tenÃa que cuidar el nuevo instrumento. Que tenÃan que afinarlo o algo asà y que mientras tanto nadie debÃa tocarlo. Pero Valen me miró con esa mirada que a mà no me gustaba y que me hacÃa dudar de lo que estaba haciendo y me señaló los dientes blancos y negros del mueble. No se animaba a tocarlos pero me mostraba lentamente cada uno de esos dientes que escondÃa el instrumento hasta que no pude aguantar más y decidà presionarlos uno por uno. Me divertà tanto. Después vino mamá y nos retó por estar jugando con el piano. Ella dijo esto gritando y yo me sentà triste pero no porque mamá me retara sino porque mis dedos se habÃan puesto contentos al tocar las teclas blancas y negras del mueble. HacÃan un sonido que me parecÃa hermoso. El sonido más bello que habÃa escuchado entonces. Más hermoso que la voz de mamá cantándome por las noches o que el ruidito que hacÃa el gato cuando estaba contento durmiendo sobre el sillón. Y tuve miedo de no poder volver a escucharlo. Unos dÃas después vino un señor flaco y ahà sà volvà a oÃr esa música. Ni mamá ni papá me habÃan comentado de su visita, pero estábamos jugando con Valen en el cuarto cuando empezamos a escuchar los sonidos. Ella me miró y señaló la puerta y yo salà corriendo para ir a ver qué era lo que sucedÃa. Capaz el mueble finalmente habÃa dejado salir al animal que llevaba adentro y ahora estaba cantando para todos nosotros. Pero no. Cuando llegué al comedor lo vi a papá con ese señor un poco más alto que él, que le decÃa que tocara determinadas teclas mientras sostenÃa la tapa de la caja alta donde pensaba que se escondÃa el animal. Me puso triste ver que en realidad dentro de la caja sólo habÃa un montón de cuerdas y manijas de madera. Igual el sonido que salÃa era bellÃsimo. El señor apretaba las cuerdas con una especie de destornillador gigante mientras le hacÃa gestos a papá para que tocara determinadas teclas. Me senté sin que se dieran cuenta para ver los gestos que le hacÃa el señor a papá y las teclas que tocaba en el piano. Escuchaba como el sonido se iba haciendo cada vez más hermoso y como mis dedos se ponÃan nuevamente contentos, tratando de imitar esos movimientos. SentÃa muchÃsimas ganas de tocar esas teclas, mis dedos me lo demostraban mientras jugaban como si estuviesen siendo mordidos por hormigas, pero no podÃa decir nada porque sabÃa que me retarÃan. Después el señor comenzó a venir cada vez más seguido. Pasaba todas las tardes de sábado sentado con papá en el comedor mientras tocaba el piano y le mostraba posiciones para las manos. Yo me unÃa a ellos y me sentaba en el sillón con los ojos cerrados para escuchar los sonidos que salÃan del mueble. Para mà eran hermosos y si cerraba bien los ojos podÃa ver en mi mente lazos de colores que brillaban a veces más y a veces menos junto con la música. Me gustaba cuando el señor se ponÃa a tocar un rato, siempre al final de la clase porque se notaba que se llevaba mejor que papá con el instrumento y porque mi cabeza se convertÃa en una especie de arcoÃris con todos esos sonidos y colores. En cambio cuando papá se sentaba los colores no eran iguales, eran menos intensos y a veces se apagaban rápido. Después el señor se marchaba y papá se quedaba el resto de la tarde practicando y refunfuñando porque sus dedos no se movÃan como los dedos del señor flaco que le enseñaba. Cuando pasaba esto yo me acercaba a él para tratar de mostrarle cómo era el baile que tenÃan que hacer las manos. Pero papá me miraba enojado y al final no le podÃa explicar nada. Igual no me ponÃa triste porque en el cuarto le mostraba a Valen como se tenÃan que mover los dedos. Al final ella señalaba el piano pero yo sabÃa que no podÃamos ir para allá ni tocarlo sin autorización. Entonces un dÃa se nos ocurrió que en realidad podÃa mostrarle los movimientos de mi mano al señor para que él, a su vez, le explicara a papá mejor cómo tenÃa que moverlos. A Valen la idea le parecÃa excelente y entonces solo necesitamos esperar una de esas tardes en donde el señor flaco venÃa a casa para llevar a cabo el plan. Ese dÃa papá habÃa estado tocando más tiempo de lo normal y parecÃa realmente agotado. PodÃa ver que su cara tenÃa una mueca triste, como cuando a mà no me dejaban salir al patio porque llovÃa. Papá se levantó y fue a buscar algo a la cocina, fue entonces cuando Valen me tiró de la manga y me dijo (o me hizo entender) que era el momento en donde podÃa explicarle mi idea al señor. Me acerqué caminando y quise hablar pero el señor estaba con los ojos cerrados, como hipnotizado por lo que hacÃa con el piano. Valen me señaló las teclas y se me ocurrió que era una buena forma de despertarlo para que me escuchara. Toqué una de ellas y de repente el señor también dejó de tocar para mirarme. Sus ojos eran serios, como los ojos de la seño de matemática. Y cuando habló, primero me retó por interrumpirlo. Yo quise decirle que sÃ, que lo sentÃa pero que era necesario que me escuchara si querÃa que papá dejara de estar triste por no hacer sonar el instrumento como lo hacÃa sonar él. Igual volvió a tocar el piano con más intensidad que antes. PodÃa sentir como mis dedos comenzaban a moverse con ganas de bailar pero no querÃa distraerme porque necesitaba comentarle de mi plan, asà que lo interrumpà de nuevo. Esta vez su mirada fue peor que la de antes. Respiró hondo y me dijo que fuera con mi papá a traer de esas facturas con brillitos, que a él le gustaban mucho, y mientras decÃa esto me palmeaba la cabeza y me despeinaba. Me enojó no poder contarle mi idea y que no se pudiera quedar quieto un segundo para mostrarle todo, asà que hice lo único que siempre me salÃa en esos momentos y le saqué la lengua. Pude ver como Valen se reÃa mientras yo sostenÃa mi gesto y el señor me miraba sorprendido. Después no me contestó pero simplemente se levantó y también se dirigió a la cocina. Supuse que le iba a contar lo sucedido a papá. Cuando se fue me senté rápido en el banco que usaban y pude ver como las teclas blancas y negras brillaban frente a mis ojos. Eran hermosas, más que mis robots y mis autos. SentÃa que mis dedos se morÃan de ganas por tocarlas. Me di cuenta que la única forma de que papá aprendiera era si yo le mostraba lo que habÃa que hacer. Me tenÃa que escuchar, no le quedaba otra opción. Extendà mis manos frente al piano y cerré los ojos como habÃa hecho el señor. En un segundo pude sentir como mis dedos se escapaban para comenzar su danza sobre las teclas. Esa danza que durante tantos dÃas habÃan tenido ganas de hacer. Fue lindo porque tenÃa los ojos cerrados y se distinguÃan muy bien los colores en mi cabeza. No paraban de crecer y brillaban más intensamente a medida que los dedos se movÃan más rápido o más fuerte sobre las teclas. Además estaba el sonido que salÃa del instrumento que inundaba todo el cuarto como una especie de agua dulce. Mi cabeza se envolvÃa en colores que se movÃan al ritmo de esa música. SentÃa como si me llevaran a otro lugar que no era la casa en donde vivÃa con mamá y papá y con Valen. Solo abrà los ojos cuando papá y el señor entraron corriendo al comedor. Ambos tenÃan el rostro de alguien que ve un fantasma. Valen los miraba y les señalaba el instrumento mientras yo seguÃa tocando cada vez más fuerte y los dedos se movÃan con alegrÃa. SentÃa que no podÃa parar de tocar esas melodÃas hermosas que salÃan solas, escapando de las manos. El señor me miraba como si me descubriera por primera vez y papá a su lado lloraba, supongo que porque la música que salÃa del instrumento le parecÃa hermosa, la más bella del mundo. No se podÃa escuchar mucho por el sonido pero el señor dijo algo sobre un jazz y un tal Monk o algo asÃ.